Pueblos que se desploman como estatuas inútiles
oxidados y hambrientos -sordos-
donde el adobe
se aglutina
y guarda las arrugas de los dioses
Quedan ahí -sedientos y
encorvados-
junto a esos camaleones
de escamas puntiagudas
Cordillera sin sueños
que forma el arrecife de los muertos
Polvo y ceniza sobre la cual reptamos
charco de sangre antiguo
Besas mi boca seca con tus labios
dolidos de palabras
Murió el pueblo -me dices- y el colibrí se ha ido
sobrevolando el páramo
Muerdo entonces la carne y el olvido
orgasmo imaginario
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